
ISSN: 2954-5331 / Revista investigación & praxis en CS Sociales
Volumen 4 - Número 1 - 2025
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Esto no solo debe reflejarse en las prácticas educativas del docente, sino también en la
planificación diaria y los objetivos, considerando los recursos metodológicos y didácticos que
el docente emplee según el área que imparta (Cassiani, 2018).
En Colombia, debido a fenómenos históricos como el desplazamiento, el desarraigo y la
discriminación hacia las comunidades afro, sumado al avance de las tecnologías, la
individualidad y la influencia de los medios de comunicación, la identidad de ser afro ha sido
invisibilizada (Velandia, 2010). Por ello, fue crucial que las instituciones educativas trabajaran
en la construcción de la identidad de la población afrocolombiana. La educación se consideró
un elemento inseparable de la evolución social, una fuerza que determina la construcción de
la identidad de un grupo étnico, por lo que el concepto de identidad afrocolombiana se
relacionó con procesos formativos adecuados a sus necesidades educativas (Moreno y
Sanabria, 2014). La escuela, según Zapata (1989, como se citó en Moreno y Sanabria, 2014),
se concibió como un espacio de transformación y legitimación de saberes y seres humanos,
fundamental para el desarrollo integral del individuo en la construcción de su proyecto de vida
según sus costumbres, saberes y tradiciones. De esto se derivó que la praxis educativa es una
práctica cultural, ya que la experiencia permite aprender y afianzar conocimientos,
sentimientos, creencias y costumbres de un grupo social y étnico determinado.
Desde la perspectiva intercultural, la educación aspiró a crear ambientes necesarios en la
sociedad que permitieran a los afrocolombianos vivir en mejores condiciones como grupo
étnico, y también a abordar la discriminación racial como la principal forma de privación de
derechos civiles y libertades (Hurtado, 2006, como se citó en Moreno y Sanabria, 2014).
Santos (2009) expresó que el gobierno nacional profundizó sus esfuerzos para mejorar la
educación de la población afrocolombiana e incorporar su dimensión étnica en el sistema
educativo. Para lograr estos propósitos, la Ley 70 de 1993 abordó la educación en tres
dimensiones: educación autónoma, educación para la competitividad y educación
intercultural. La educación intercultural se entendió como un proceso de recuperación,
valoración, generación y apropiación de medios de vida que respondían a las necesidades y
características del ser humano. Por lo tanto, impulsó el diseño de currículos integrados. Desde
esta perspectiva, la etnoeducación fue un "proceso social permanente de reflexión y
construcción colectiva, mediante el cual los pueblos indígenas y afrocolombianos
fortalecieron su autonomía en el marco de la interculturalidad, posibilitando la interiorización
y producción de valores, conocimientos y desarrollo de habilidades y destrezas conforme a su
realidad cultural, expresada en su proyecto global de vida" (Martínez, 2016).
Al acercarse al contexto de la investigación, en el corregimiento de Cañaverales, San Juan del
Cesar, Guajira, se encontró un gran número de habitantes de ascendencia afro que
conservaban su música expresiva y sus danzas tradicionales. Esto fue un aspecto que podía
ser tomado en cuenta para fortalecer sus valores identitarios, ya que eran "la base sobre la
cual se construye y se mueve la identidad colectiva" (Sosa, 2010). A pesar de esta realidad, en
la Institución Educativa Rural Ana Joaquina Rodríguez de Cañaverales, las danzas tradicionales
se utilizaron muy poco como estrategia pedagógica para fortalecer la cultura identitaria de los