
ISSN: 2954-5331 / Revista investigación & praxis en CS Sociales
Volumen 1 - Número 1 - 2022
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Desde esta perspectiva, la educación para la paz consiste en: analizar este mundo en que
vivimos, pasarlo por la crítica reflexiva emanada de los valores propios de una cosmovisión
pacifista, lanzar a los individuos a un compromiso transformador y liberador, en tanto en
cuanto, movidos por ese análisis crítico, queden atrapados por la fuerza de la verdad y
obligados en conciencia a cooperar en la lucha por la emancipación de todos los seres
humanos y de sí mismos. En otras palabras, formar ciudadanos que aporten a la sociedad,
capaces de buscar y expresar la verdad, de contribuir a que las comunidades y las naciones
alcancen una vida mejor. (Ramírez, J. 2016)
Una Educación Pro-Social y para la Convivencia: La cultura de la violencia impregna todas las
esferas de la actividad humana: la política, la religión, el arte, el deporte, la economía, la
ideología, la ciencia, la educación, incluso lo simbólico, y siempre con la función de legitimar
tanto la violencia directa como la estructural, y por supuesto, la guerra, buscando siempre
razones y excusas para justificar el uso de la fuerza y la práctica de la destrucción,
normalmente en nombre de algo superior, ya sea un Dios o una ideología. La violencia cultural
sirve también para paralizar a la gente, para infundirle el miedo, para hacerla impotente frente
al mundo, para evitar que dé respuestas a las cosas que la oprimen o le producen sufrimiento.
(Vega H. A. & Carrillo Z. C., 2021, febrero)
La educación para la paz, por tanto, ha de ser un esfuerzo capaz de contrarrestar estas
tendencias y de consolidar una nueva manera de ver, entender y vivir el mundo, empezando
por el propio ser y continuando con los demás, horizontalmente, formando red, dando
confianza, seguridad y autoridad a las personas y a las sociedades.
Intercambiándose mutuamente, superando desconfianzas, ayudando a movilizarlas y a
superar sus diferencias, asomándolas a la realidad del mundo para alcanzar una perspectiva
global que después pueda ser compartida por el mayor número posible de personas.
El reto de la educación y de la cultura de paz, por tanto, es el de dar responsabilidad a las
personas para hacerlas protagonistas de su propia historia, y con instrumentos de
transformación que no impliquen la destrucción u opresión ajena, y no transmitir
intransigencia, odio y exclusión, puesto que ello siempre supondrá la anulación de nuestro
propio proyecto de emancipación y desarrollo.
En este mismo orden y dirección, la educación para la paz, en suma, recogen un amplio
conjunto de propuestas bien conocidas por la psicología y la educación pro-social, y que
constituyen el antídoto de las conductas delincuenciales, violentas y anti-sociales. Según Uraa,
(1997) recoge una serie de situaciones las cuales son ligadas a: afecto familiar, apoyo,
autoestima, estimulación desde el entorno, motivación de logro, mayor grado de empatía y
de interés por los demás, convivencia con normas, límites, patrones y valores; control de
impulsos, desarrollo de la afectividad, educación en los ideales, en la apreciación de lo
distinto, en la reflexión, en la utilización de la palabra como forma de resolver los problemas;