Mejoras y ajustes del PIB: ¿cómo medir un bienestar más realista?
Ana Belén Miquel Burgos, Antonio Sánchez-Bayón
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significativamente diferentes tras una reforma
estructural. En este sentido, las políticas centradas en
aumentar la intensidad de capital físico de la
producción y la productividad o en reducir los
impuestos sobre los beneficios empresariales
favorecen el crecimiento del PIB en mayor medida que
la RDA, mientras que las políticas centradas en la
educación (capital humano), la inversión pública y las
prestaciones familiares conducen a un mayor
crecimiento de la RDA que del PIB.
Los principales impulsores de estas
diferencias derivan, como se ha indicado
anteriormente, de la acción redistributiva del sector
público. Sin embargo, también es importante
considerar que la RDA incluye las rentas percibidas por
los hogares residentes procedentes del extranjero que
no constituyen PIB y que, del mismo modo, parte de
las rentas generadas dentro del país fluyen hacia el
exterior. Asimismo, dado que la perspectiva es la de
los hogares, cabe destacar que, si bien son los
receptores finales de los ingresos de la producción, en
el corto y mediano plazo los ingresos, ahorros,
inversiones y deudas de las empresas y de otros
sectores afectan su valor. Además, al utilizar términos
reales, es necesario tener en cuenta que los
deflactores de ambos indicadores son diferentes.
En el estudio realizado, se han comparado
datos anuales de un conjunto de 20 países de la
OCDE, entre 1980/90 y 2020, aplicando el filtro de
Hodrick-Prescott para eliminar la variabilidad a corto
plazo. Hemos comprobado que en periodos de
recesión la brecha entre ambas variables se amplía (el
PIB disminuye mucho más que la RDA) e incluso
pueden moverse en direcciones opuestas (la RDA
aumenta mientras que el PIB disminuye). Por ejemplo,
en la crisis financiera de 2007 y la Gran Recesión de
2008, donde la recesión repuntó ligeramente en dos
mínimos, lo que se consideró una "recesión en W", se
observa que, durante la primera contracción del PIB,
en algunos de los países analizados, como Estados
Unidos de América (EE.UU.), Nueva Zelanda, Austria,
Irlanda, Suiza, Reino Unido, Suecia, España, Italia y
Alemania, la RDA también disminuyó, pero en menor
medida. Sin embargo, en otros países, como Australia,
Finlandia, Bélgica, Noruega, Portugal, Dinamarca,
Japón, Canadá, Francia y los Países Bajos, ambas
variables se movieron en direcciones opuestas, lo que
resultó en un aumento de la RDA (probablemente
porque las políticas implementadas se centraron en
aliviar las consecuencias para los ciudadanos).
Mientras tanto, en el segundo valle, dados los efectos
del aumento del déficit fiscal, muchos países iniciaron
políticas fiscales contractivas, lo que resultó en un
menor crecimiento de la RDA en relación con el PIB o
incluso una disminución de la RDA durante los
primeros años de recuperación del PIB.
En nuestra investigación nos preguntamos si
la regularidad empírica de la ley de Okun es
independiente de los diferentes constructos de
medición de la actividad económica (sirviendo de
alternativa más ajustada) o si en realidad es
"contingente al PIB".
Para este análisis, seguimos de cerca la
especificación, la muestra de países y la estrategia
empírica de Ball et al. (2017). En este artículo,
utilizando datos de EE.UU. desde 1948 y de otras 20
economías avanzadas desde 1980, los autores
reiteran la estabilidad de la ley de Okun en la mayoría
de los países a lo largo del tiempo. Así, consideran que
las asimetrías analizadas por varios estudios previos y
encontradas especialmente durante las recesiones o
en los países emergentes eran erróneas o exageradas.
Luego, siguiendo su metodología, estimamos
dos especificaciones diferentes de la ley de Okun para
un conjunto de 20 países de la OCDE desde 1980 o
1990 (dependiendo del país) hasta 2020. Para ello,
aplicamos primero diferencias y niveles (filtro HP),
comparando los resultados al utilizar el PIB o la RDA
como indicadores de la actividad económica.
De acuerdo con la mayor parte de la literatura
empírica, la ley de Okun parece ser estable para el
marco temporal y la selección de países de nuestra
muestra. El coeficiente es negativo y estadísticamente
significativo, con la excepción de Bélgica e Italia
cuando se utiliza la especificación de primera
diferencia, pero es completamente estable con el
método gap (niveles). Su importancia cuantitativa
muestra una variación mucho mayor entre los 20
países de nuestra muestra, siendo la relación en los
EE. UU. cuantitativamente más fuerte en relación con
otros países. Esto también es consistente con
hallazgos empíricos previos.